Uno de los grandes logros de las leyes contra la violencia de género, ha sido sacar a la luz la violencia oculta, de la que siempre se culpabiliza a la mujer imputándole la responsabilidad de la actuación violenta del hombre. Atenuando de esta forma la conducta de abusadores, violadores, y asesinos.
Denunciar un delito que atenta contra la integridad física y psicológica de una mujer es un deber ciudadano. No podemos mirar hacia otro lado cuando lo que está en juego es la vida de las mujeres. No caben posturas «cómplices» con el maltratador, no podemos perpetuar con nuestro silencio un sistema que no reconoce esta violencia como un delito.
Debemos ser conscientes de que la violencia machista es un delito perseguible de oficio y que los mecanismos que la actual Ley ampara tienen que ser desarrollados y puestos a funcionar en su totalidad para prevenir cualquier situación de malos tratos hacia las mujeres. El Supremo recuerda “la soledad” de muchas víctimas de violencia de género. “Y lo están ante su agresor, por descontado, pero lo más grave es la soledad en la que se encuentran ante su propio entorno y el entorno del agresor, ya que ello es lo que provoca y coadyuva al silencio de las víctimas ante el maltrato”.
Tres de cada cuatro víctimas de violencia machista no denuncian. Los magistrados señalan que la falta de denuncia de hechos previos no puede poner en duda la credibilidad de la mujer. El Tribunal Supremo advierte sobre el daño que causa en la víctima de violencia machista “el silencio cómplice” de su entorno y el “acoso cómplice” de la familia del agresor. Alerta de que “el sentimiento de temor de la víctima ante lo que pueda ocurrir”, junto a la falta de ayuda de su entorno, es lo que provoca a menudo el rechazo a denunciar.
Este poema forma parte dun libro coordinado arredor da empresa poética de cantar á Natureza que se vive na aldea como un Templo onde todo é canción lírica, é dicir, oración. Oración é pois un termo polivalente que non significa só rezo, senón voz da natureza en comunicación divina co home, e voz e ruído do home que se transfunde co a voz do cosmos.
Esa oración aparece fragmentada, pois, en distintas voces, e Eladio Rodríguez vai recolléndoas con minuciosidade para formar a sinfonía completa. Unha delas é esta canción sen nome, porque é a que se forma na hora do misterio. O poeta é quen decaptar esas voces e falar delas, interpretándoas. Os demais limítanse a vivilas sen decatarse nese escenario paradisíaco da vida do home no campo.
Se observamos a disposición estrófica, de oito sílabas as dúas primeiras, e doce a última, comprobamos o libre esquema combinatorio de versos curtos e longos, fronte ó mantemento da asonancia, todos los versos pares. O poema presenta un cadro de paisaxe animado por sensacións auditivas que se funden con sensacións visuais, en dous momentos do solpor seica sucesivos, correspondentes ás dúas estrofas primeiras. A separación entre estrofas é un silencio máis prolongado do habitual, como as marcas tipográficas indican. A última e máis longa estrofa dedícase á interpretación desas sensacións sonoras, que son Voz do misterio da Natureza, e Cación e Oración que estimula misticamente as almas.
Predominan os termos sonoro-musicais: cántiga, badaladas, eco, silencio, sonando, rítmica armonía, apagándose, salouco, laiándose; e osque nomean elementos da natureza: bocanoite, campos e picoutos, brétema, vales e montes,campía, sombras… Os verbos en progresión dinámica -desde carreira ata a desaparición- reproducen con matices de animación a maneira de expandirse o son nesa paisaxe estática: corre, se destrenza, se envolve, vai esmorecendo…, morre.
Aparecen os seres humanos, finalmente, recollendo esa canción como estímulo místico (concepto, como o do rezo, xa adiantado na primeira estrofa).Estala a emoción do eu lírico na expresión do seu desexo: non deixar de oír nunca -por incapacidade ou por afastamento na urbe- a canción de sagra vaguedade.
Sobre Eladio Rodríguez:
No es sólo la tierra y sus accidentes geográficos o sus fenómenos meteorológicos lo que inspira su misticismo, sino que lo inmaterial lo excita análogamente. Las voces, el humo, el fuego y las sombras forman parte también de su doctrina mística.
Naceu en San Clodio, no concello de Leiro, provincia de Ourense, o 24 de xullo de 1864 e morreu na cidade da Coruña o 14 de abril de 1949. Desenvolveu labores de xornalista, poeta e lexicógrafo galego. Foi, ademais, membro fundador da Real Academia Galega e tamén o seu Secretario.
Eladio Rodríguez comezou a súa carreira exercendo de mestre na súa vila natal ata que en 1887 se trasladou á Coruña, desde onde levou a cabo o seu traballo cultural a prol do engrandecemento da lingua galega, moi especialmente desde o punto de vista léxico. Porén, a súa visión da paisaxe e das formas de vida do Ribeiro acompañárono en toda a súa produción ora xornalística, ora poética. A carón da súa desinteresada dedicación á lingua e á cultura de Galicia, entre 1888 e 1937 exerceu como funcionario municipal da cidade herculina.
Foi un poeta premiado e recoñecido ao longo da súa vida con numerosas composicións costumistas cun léxico coidado e recollidas, na súa maior parte, nos seus tres poemarios. Ademais, 20 de setembro de 1917, iniciou en A Nosa Terra a publicación da serie de poemas «Pintores de almas», dedicada a artistas galegos sobranceiros coma Asorey, Castelao, Madariaga ou Sobrino. No entanto, o noso biografado conta tamén cunha grande produción ensaística, publicada en boa medida no Boletín da Real Academia Galega. Aínda así, a que se considera a obra da súa vida, aquela que continúa arrequecendo a nosa lingua hoxe por hoxe é o Diccionario enciclopédico gallego-castellano.
En el día de Galicia una “oración sin nombre” dirigida a los dioses venerados por nuestros antepasados celtas, rogándoles que restablezcan el equilibrio entre la Madre Tierra y los hombres. Una oración hecha de poesía y desesperación, para que nos libren de la peste que nos aniquila y nos divide, que nos criminaliza y nos aísla… una súplica que logre que los antiguos dioses se apiaden de nosotros y nos devuelvan la acogedora paz!
Artículo 35 de la Constitución: Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, a la libre elección de profesión u oficio, a la promoción a través del trabajo y a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia, sin que en ningún caso pueda hacerse discriminación por razón de sexo.
Un 1 de mayo con todos los ciudadanos bajo arresto domiciliario, sospechosos de ser portadores de una carga vírica letal, aunque no tengamos síntomas. Colectivamente estamos cansados, cabreados, hartos del confinamiento. Estamos preocupados por nuestros trabajos, por nuestros negocios cerrados, por lo que pasará después. Por nuestros hijos confinados y con su vida en suspenso. Por los problemas de convivencia que surgen en muchos hogares.
Un 1 de mayo donde se cuentan miles de muertos por la precaria situación de la sanidad a causa de los recortes realizados por los gobiernos de derechas (tanto en España como en Cataluña) desde la crisis económica de 2008. Con miles de trabajadores sanitarios contagiados, agotados, desbordados por la situación. Teniendo que enfrentar este desastre sin medios y sin medidas eficaces de protección…Y pensar que en algunos medios se murmura que ya hay una vacuna esperando al mejor postor… seguro que es uno de esos bulos que la guardia civil quiere cortar de raíz.
Hoy no habrá manifestaciones a pesar de la gravedad de la situación económica (la salud es lo primero, dicen) pero las colas frente a los comedores sociales son cada vez más largas. El número de parados crece exponencialmente día a día. Los ERTE (Expedientes de regulación de empleo temporal) se amontonan con cientos de miles de trabajadores afectados. El PIB ha caído este trimestre el 5’2 y el próximo trimestre puede ser catastrófico para el país. Al gabinete de crisis se le olvida que la salud mental y física está estrechamente unida la estabilidad económica… en el horizonte solo dos alternativas, o la vacuna o la inmunidad del rebaño.
Y mientras tanto los ciudadanos seguimos confinados en nuestras casas pensando que estamos a salvo, como si fuésemos animales domésticos a los que se alimenta y mantiene encerrados indefinidamente hasta que al “pastor” le interese. Ya es hora de despertar y analizar con espíritu crítico la escalada de medidas que se están tomando mientras nosotros seguimos hibernando. A primera vista están dirigidas a lograr el control total de los individuos. Nos dejan sin libertad de reunión, de asociación, de manifestación (todo por nuestro bien) ¿Es el coronavirus una excusa para imponer una nueva forma de dictadura?
Con tanto tiempo para pensar (¡qué peligro!) este primero de mayo he recordado “Le temps des cerises” aquella canción tan asociada a la Comuna de Paris de 1871, uno de los mayores acontecimientos revolucionarios de la historia. Por primera vez el proletariado se sublevó y fue capaz de derrocar el poder establecido, formar sus propios órganos de gobierno y reemplazar al Estado monárquico, burgués y capitalista. Se declaró la ciudad de París independiente, libre y dueña de sí misma. No había internet, ni redes sociales… pero si hambre y desesperación. Una situación muy parecida a la de algunos países de Sudamérica, donde se empiezan a plantear un duro dilema: O morir de corona virus o morir de hambre (El miedo no es invencible)
La magnitud de esta tragedia deja en evidencia la debilidad del sistema económico capitalista que tiene como único objetivo el enriquecimiento rápido a través de la globalización, la robotización (incrementando constantemente el numero de parados) y como no, la especulación inmobiliaria. Asimismo revela su incapacidad para gestionar la crisis sanitaria que nos ha tocado vivir, crisis que puede desembocar en un nuevo «temps des cerises»
Si he perdido la vida, el tiempo, todo lo que tiré, como un anillo, al agua, si he perdido la voz en la maleza, me queda la palabra.
Si he sufrido la sed, el hambre, todo lo que era mío y resultó ser nada, si he segado las sombras en silencio, me queda la palabra.
Si abrí los ojos para ver el rostro puro y terrible de mi patria, si abrí los labios hasta desgarrármelos, me queda la palabra.
Blas de otero
No, “Me queda la palabra” no forma parte del poemario Ancia que pretendo analizar a continuación, pero en las circunstancias excepcionales que estamos viviendo me parece el adecuado para el Sant Jordi más triste que recordamos los vecinos de Barcelona. Leí los versos entre aeropuertos (Barcelona-Atenas) un poco de cualquier manera, pensando que volvería sobre ellos para profundizar, que tenía tiempo para todo, para partir y regresar de cualquier destino, para leer y releer, para diseccionar cada poema con mis compañeros en nuestra isla de la poesía.
Una semana después estaba confinada en casa, un mes después sigo confinada, lo mismo que el resto de los ciudadanos, reducidos a lo condición de animales domésticos totalmente indefensos, que hemos visto nuestra vida limitada a dos funciones básicas: comer y dormir. Cada día nos dan nuestra ración de miedo servida en todos los noticiarios como plato único.
En nombre de un virus recortan todos nuestros derechos: reunión, asociación, libre circulación. Se establece la censura ante cualquier opinión que no siga la línea oficialista, nos dicen como de pasada que tras el estado de alarma puede venir el de excepción, se fiscaliza nuestras operaciones bancarías, se controlan las llamadas. La orden de “distanciamiento social” por temor al contagio nos ha convertido en “extraños” (Profético Camus) con miedo hasta de intercambiar un saludo. Todo está preparado para el nuevo orden… solo nos queda la palabra.
Mª Jesús Mandianes
Ancia (contracción de dos palabra Ansia y conciencia) es la obra de Blas de Otero más conmovedora, donde el desarraigo de la generación de la posguerra se hace poesía, buscando un amarre para mantenerse en pie en medio de la ruinas que dejó la guerra.
Se pierde en una enorme noche sin límites para el desconsuelo, donde el reproche dirigido a Dios se hace presente en una especie de mística de la desesperación, que alcanza todos los rincones de su poesía. Otero es un eterno agonizante que pregunta a Dios, que le reprocha habernos hecho tan caducos y limitados.
La mujer no existe solo como deseo, también como alma que abraza para alcanzar la eternidad. Es el objeto de una búsqueda que es continuación de la búsqueda de Dios. Pero en su poesía aparece también la mujer real, compañera en la soledad de dos, que despierta la ternura del poeta por su fragilidad humana.
La muerte es otro elemento muy presente en Ancia, el hombre se revela contra la muerte, unas veces huye de ella y otras la afronta. De la búsqueda infructuosa de Dios pasa el poeta a la presencia irremediable de la muerte como centro de la vida, la vida es una muerte progresiva, “es vivir muriendo”. Muestra en estos poemas una clara influencia existencialista.
De los poemas destaca el primero, dedicado a la inmensa mayoría, aquel en que da su terrible definición de lo que es el hombre: ¡Ángel con grandes alas de cadenas!, también otro dónde se dirige a Dios de la siguiente manera: ¡Si yo pudiese matarte como haces tú!, o aquel en que define a su propia generación: Unos hombres sin más destino que apuntalar las ruinas.
La Tierra
Un mundo como un árbol desgajado. Una generación desarraigada. Unos hombres sin más destino que apuntalar las ruinas. Romper el mar en el mar, como un himen inmenso, mecen los árboles el silencio verde, las estrellas crepitan, yo las oigo. Sólo el hombre está solo. Es que se sabe vivo y mortal. Es que se siente huir ese río del tiempo hacia la muerte. Es que quiere quedar. Seguir siguiendo, subir, a contramuerte, hasta lo eterno. Le da miedo mirar. Cierra los ojos para dormir el sueño de los vivos. Pero la muerte, desde dentro, ve. Pero la muerte, desde dentro, vela. Pero la muerte, desde dentro, mata. …El mar —la mar—, como un himen inmenso, los árboles moviendo el verde aire, la nieve en llamas de la luz en vilo…Sigue leyendo →
Subo hasta la cumbre siguiendo el cauce de los arroyos donde rezuma solo el recuerdo del agua protegido por un frágil escudo de hielo. Cruje bajo mis pies quebrado, como una red de nervios rotos. Y vuelvo a ser la niña que miraba hipnotizada las estrellas de nieve que la helada nocturna dibujaba sobre las retamas, o entre los cuencos de las rocas. Cristales de luz blanca brillando bajo el Sol de invierno.
Me dejo seducir por el vuelo del águila, sus alas extendidas planean despacio a través del azul buscando el abrazo cálido del Sol. Las pupilas de experta cazadora caen sobre mí, presa fácil después de vivir tanto tiempo enjaulada. Y vuelvo a ser la adolescente perdida en el jardín de las pasiones oscuras. Primavera entre los brazos de un otoño tardío.
El camino es ahora una garganta escarpada anegada por el barro, donde las piedras flotan inertes antes de caer al fondo del barranco con el sonido hueco de la desesperanza. Y vuelvo a ser la mujer asustadiza que se asoma al abismo intentando no perder el equilibrio. Colgados del precipicio cadáveres de árboles suicidas muestran su esqueleto desnudo.
Alcanzo la cima con la certeza de que en este lugar la inmensidad adquiere un nuevo significado. Sentada sobre una roca contemplo las montañas cubiertas de nieve, escucho la poesía del agua resbalando por las grietas, saltando entre los acantilados, levantando nubes de espuma, llenando el silencio con su magia sanadora.
No sé cuándo, pero algún día volveré, seré una gota de lluvia bailando entre estas cascadas o un copo de nieve eclipsando la luz del Sol. Tierra fértil donde crecerán árboles que alzarán el verdor de sus ramas hasta el cielo, rogando con un murmullo de hojas palpitantes de savia que les dejemos vivir y multiplicarse.
Su rutina era despertar al alba, atrapada en algún delirio etílico, tras una noche de barra libre. Sobre sus lagunas de memoria flotaba la implacable realidad, fregona en la cárcel de mujeres.
Bajo la raíz negra de su pelo amarillo, las mejillas como violetas marchitas, en la mirada una selva de venas rojas. Los tobillos de muñeca de trapo sostenían las piernas enmohecidas, anunciando peligro de derrumbe.
Su rutina era pasear dando tumbos agarrada a una botella de vino peleón, un cigarro colgando de los labios, buscando la complicidad de cualquiera, mendigando abrazos a los desconocidos, ensayando posturas de torpe seducción.
Cuando el hígado empapado de alcohol, adquirió el matiz de un crisantemo fúnebre, la cirrosis se acomodó entre sus pétalos. Recibió la noticia con lágrimas de coñac, entre trago y trago su boca farfullaba una sentencia: “De algo hay que morir”