Autor: Federico G. Lorca
Estilo: Poesía
Introducción: M. Clementa
Editorial: Catedra
Para esta lectora ha supuesto un reto descifrar el sentido de los versos del genial poeta, analizar las metáforas, el simbolismo nuevo de cada palabra, descubrir la musicalidad de todo el conjunto. Una vez leído el último poema, me planteo una pregunta ¿ Es necesario entender el significado? Tal vez no, tal vez basta con disfrutar de la belleza de las imágenes, conmoverse al leer las confesiones de su “yo liberado”, o sobrecogerse ante la descripción del sufrimiento de los más débiles en el submundo que no se muestra en las postales turísticas de la gran Nueva York.
Federico vivió en Nueva York desde el 25 de junio de 1929, hasta el 4 de marzo de 1930, nueve meses, fundamentales en su trayectoria literaria. De esa experiencia nació “Poeta en Nueva York“, el poemario, escrito entre 1929 y 1930 durante su estancia en la Universidad de Columbia. Se publicaría en 1940, cuatro años después de su muerte.
La novedad de esta edición reside en la incorporación de las ilustraciones a los poemas, siguiendo el orden señalado por el autor para una de sus producciones literarias más importantes. Le dedicó más atención que a ninguna de sus creaciones, dando lugar a un poemario sobrio, donde realiza una visión crítica del capitalismo y la industrialización, que deshumaniza, aliena y corrompe a los individuos. Además denuncia la situación de discriminación y marginación de la población negra.
A esta denuncia se unirá un ataque a la hipocresía de la Iglesia Católica por la complicidad entre el poder eclesiástico y el poder financiero, que condena a los seres humanos tanto a la miseria económica como a la miseria espiritual y moral.
Desgraciadamente su inesperada muerte impidió que perfilara totalmente la obra. Este hecho supone la “no total resolución” de sus versos y el complejo mundo literario en ellos existente. Influido por el surrealismo hace desaparecer la descripción real de las cosas, las sustituye por imágenes simbólicas. Deja al libre albedrío del lector encontrar el significado, lo que implica una dificultad añadida a la hora de interpretarlos.
Para esta lectora supone un reto descifrar el sentido de los versos del genial poeta, analizar las metáforas, el simbolismo nuevo de cada palabra, descubrir la musicalidad de todo el conjunto, por lo que agradece el análisis que incluye María Clementa de todas las composiciones (apéndice, pag. 241) mostrando los dos elementos esenciales de “Poeta en nueva York”: La Ciudad y el Poeta.
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La Ciudad: Lorca define la “ciudad” que aparece en sus poemas neoyorquinos como una abstracción impersonal sin lugar ni tiempo dentro de un nuevo concepto “la ciudad mundo” totalmente deshumanizada, frente a la que reivindica el retorno a la naturaleza . El protagonista se ve a si mismo formando parte de ese paisaje urbano:
Yo estaba en la terraza luchando con la luna Enjambres de ventanas acribillaban un muslo de la noche en mis ojos bebían las dulces vacas de los cielos y las brisas de largos remos golpeaban los cenicientos cristales de Broadway
Es una contraposición entre el mundo interior del poeta y el caótico mundo exterior, presenta la gran metrópoli como destructora de los valores humanos donde se respira muerte y soledad:
Debajo de las multiplicaciones
hay una gota de sangre de pato.
Debajo de las divisiones
hay una gota de sangre de marinero.
Debajo de las sumas, un río de sangre tierna;
un río que viene cantando
por los dormitorios de los arrabales,
y es plata, cemento o brisa
en el alba mentida de New York.
Existen las montañas, lo sé.
Y los anteojos para la sabiduría,
lo sé. Pero yo no he venido a ver el cielo.
He venido para ver la turbia sangre,
la sangre que lleva las máquinas a las cataratas
y el espíritu a la lengua de la cobra.
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El Poeta: El eje principal del poemario no es la ciudad, sino la interioridad de su “yo” , protagonista poético. Utiliza la primera persona del singular para indicar que “el poeta es él, contando su verdad de hombre de sangre”. Esta verdad implica una manifestación de sus inclinaciones amorosas:
Pero no quiero mundo ni sueño, voz divina,
quiero mi libertad, mi amor humano
en el rincón más oscuro de la brisa que nadie quiera.
¡Mi amor humano!
Lorca plasma en sus poemas todas las facetas de su personalidad con una libertad nueva, en la que manifiesta sus deseos amorosos, en el poema Oda a Walt Whítman, realiza una exaltación al amor homosexual :
Por eso no levanto mi voz, viejo Walt Whítman,
contra el niño que escribe
nombre de niña en su almohada,
ni contra el muchacho que se viste de novia
en la oscuridad del ropero,
ni contra los solitarios de los casinos
que beben con asco el agua de la prostitución,
ni contra los hombres de mirada verde
que aman al hombre y queman sus labios en silencio
El poemario refleja una influencia del movimiento surrealista, buscando imágenes poéticas que consigan impactar al receptor, enlazando la visión que ofrece del mundo neoyorquino con el universo intimo del protagonista poético. Ejemplo claro es: Paisaje con dos tumbas y un perro asirio:
Amigo,
levántate para que oigas aullar
al perro asirio.
Las tres ninfas del cáncer han estado bailando,
hijo mío.
Trajeron unas montañas de lacre rojo
y unas sábanas duras donde estaba el cáncer dormido.
El caballo tenía un ojo en el cuello
y la luna estaba en un cielo tan frío
que tuvo que desgarrarse su monte de Venus
y ahogar en sangre y ceniza los cementerios antiguos.
Está divido en diez secciones presentadas cada una con un titulo y una ilustración:
I – Poemas de la soledad en Columbia University: Los poemas de este apartado son los más intimistas del conjunto, el poeta compara su amargo estado de animo actual con los tiempos felices de su infancia. En la composición “Vuelta de paseo” recoge su angustia vital, se encuentra “asesinado por el cielo” reflejando un cierto hastío. Sentimiento que queda reforzado en 1910 (intermedio) época de su idílica niñez a la que contrapone la edad adulta donde la autenticidad desaparece escondida tras “la vestimenta”. “Tu infancia en Menton” guarda una estrecha relación con el anterior, esa época de absoluta felicidad trastocada en la más absoluta soledad “La soledad de los Hoteles”.
Mención a parte merece “Fabula y rueda de los tres amigos” donde el poeta objetiva su amor perdido, Emilio Aladren. A través de una macabra danza realizada por tres personajes que ya están “helados”, para su interpretación es fundamental la fotografía que acompaña al poema titulada “estudiantes bailando vestidos de mujer”. Los versos finales donde compone su muerte simbólica, leídos desde la distancia, resultan proféticos:
Cuando se hundieron las formas puras
bajo el cri cri de las margaritas,
comprendí que me habían asesinado.
Recorrieron los cafés y los cementerios y las iglesias,
abrieron los toneles y los armarios,
destrozaron tres esqueletos para arrancar sus dientes de oro.
Ya no me encontraron.
¿No me encontraron?
No. No me encontraron.