Emilia Pardo Bazán (Centenario)

Aspiro, señores, a que reconozcáis que la mujer tiene destino propio; que sus primeros deberes naturales son para consigo misma, no relativos y dependientes de la entidad moral de la familia que en su día podrá construir o no construir; que su felicidad y dignidad personal tiene que ser el fin esencial de su cultura, y que, por consecuencia de ese modo de ser mujer, está investida del mismo derecho a la educación que el hombre.

 Discurso en el Congreso Pedagógico Internacional, 1892:

Aunque en el centenario de su muerte es imprescindible ponerse transcendente y reivindicar su figura “como activa propagandista en defensa de una perspectiva feminista, como la primera profesora universitaria española, y como defensora de una formación igualitaria para las mujeres” – que queréis que os diga – yo me he rendido a su socarronería gallega y a ese humor erótico festivo que la hacía tan seductora, a pesar de no ser una «aérea sílfide», como le escribía a Galdós. Por eso no he podido evitar incrustar la frase en la foto que acompaña este post.

Hecho el inciso, me gustaría destacar por encima de su obra literaria, el gran protagonismo que tuvo en el Congreso Pedagógico de 1892 al desarrollar su ponencia sobre «Relaciones y diferencias entre la educación de la mujer y del hombre»

En su discurso expuso la realidad de las mujeres de todos las épocas: Fueron educadas para la dependencia, su referente no son ellas mismas, sino el género masculino en cualquiera de sus versiones: padres, esposos e hijos. Contra este modelo educativo se rebela Pardo Bazán argumentando que la mujer debería de ser instruida en primer término para sí misma, en segundo lugar, para acceder a un trabajo asalariado y lograr la independencia económica.

Concluyó solicitando a todas las naciones representadas en el Congreso, y particularmente a España, que concediesen a las mujeres el derecho de acceder a la enseñanza sin ningún tipo de restricciones y en concurrencia con los hombres, y que se les permitiese el desempeño de los empleos y cargos que estuviesen en sintonía con los títulos conseguidos.

Como es de suponer, lo más granado del machismo patrio se le echó encima exaltando las virtudes de la mujer tradicional, «no redimida por el bachillerado, sino por Cristo». Entre las críticas más despiadadas destacaron las de Clarín, tampoco se quedaron atrás Valera y Pereda.

La causa de las mujeres contó con algunos defensores. Uno de ellos fue el periodista y político Julio Burell, que calificaba de «honda y razonable» la ponencia de Emilia Pardo Bazán y criticaba a quienes recurrían al chiste fácil para descalificar las conclusiones del Congreso y a quienes confundían “la noble y honrada independencia de la mujer con la grotesca desenvoltura del marimacho”… ¡menos mal que en medio de tanto macho ibérico hubo una mente ilustrada con espíritu abierto y altura de miras!

Obra literaria más destacada de Emilia Pardo Bazán  (1852 – 1921)

En 1881, año en que empieza en España la polémica en torno al Naturalismo, Pardo Bazán publica Un viaje de novios, en la que aparecen ya las descripciones minuciosas y las observaciones fisiológicas típicas del Naturalismo.

La tribuna (1882), obra de tema político-social en la que se narra la trayectoria de Amparo, trabajadora de la fábrica de tabaco de Marinada (La Coruña), que se convierte en dirigente de sus compañeras en la lucha por sus derechos. La trama argumental de La tribuna, situada en el período revolucionario 1868-1873, está enfocada desde un punto de vista crítico, ya que la autora manifiesta en el prólogo de la obra su desacuerdo con los ideales republicanos que defiende el protagonista.

Los pazos de Ulloa (1886)también de corte naturalista, es su novela más importante. Esta obra está ambientada en una de las zonas rurales más atrasadas de Galicia y se centra en el choque de unos personajes sensibles, educados en la ciudad, con otros representativos del ambiente degradado y brutal que reina en una aldea.

Los personajes de Los pazos de Ulloa aparecen, de acuerdo con las tesis de Zola, determinados por el medio ambiente. De un lado, Pedro Moscoso, señor del pazo de Ulloa, aristócrata decadente y embrutecido, dominado por sus criados. Del otro, Nucha, la joven esposa traída de la ciudad, y Julián, el capellán recién salido del seminario. Ambos sucumbirán ante la terrible hostilidad de la aldea, un «paisaje de lobos». El relato se convierte así en una dura visión del campesinado y del mundo rural, totalmente opuesta a la visión idílica que ofrecía Pereda.

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