

A pesar de que hoy las mujeres somos mayoría en la universidad, seguimos priorizando las letras a las ciencias o la tecnología; no es que me importe, el hecho constata una realidad: la sensibilidad y la creatividad femenina es superior a la masculina.
Pero habría que preguntarse por qué la presencia de la mujer en materias científicas, como la física y las ingenierías es inferior a la de los hombres. Y, por qué no tienen las mismas oportunidades para desarrollar una trayectoria científica que le permita emprender proyectos audaces.
Pocas son las niñas que si les preguntan que quieren ser de mayor contestan ¡científica! Las causas hay que buscarlas en los estereotipos que se han ido gestando a lo largo de generaciones… no somos lo bastantes listas para ser científicas, no podemos competir con los hombres. Además, una científica es una rata de biblioteca, desaliñada, poco agraciada y con gafas de culo de botella, ningún hombre se fijará nunca en ella…

A lo largo de la historia su curiosidad científica las hacia sospechosas de brujería y perseguidas por la intransigencia religiosa y los poderes facticos; desde la matemática y astrónoma Hipatia asesinada por un grupo de cristianos fanáticos por ser una influencia maligna a Hidelgarda de Bingen (1098-1179) que también desafió la autoridad dominante dejando una gran obra literaria, científica y teológica. En 1.310 la Inquisición condenó a la hoguera a la joven filósofa Margherita Porete. Juana Inés de la Cruz que además de poeta, se interesaba por las matemáticas y la astronomía tuvo un castigo ejemplar: la obligaron a deshacerse de todos sus libros.

En pleno siglo XX, madame Curie tuvo que enfrentarse a la discriminación por ser mujer, polaca y judía, en una época en la gran parte de la comunidad científica no reconocía a las mujeres como colegas. A pesar de todo su categoría moral la llevó a no patentar sus descubrimientos por considerarlos patrimonio de la humanidad. La matemática y física Mileva Maric, primera mujer de Einstein, es la posible coautora de investigaciones atribuidas solo a Einstein, sin que él lo reconociera nunca.
La discriminación de género y la imposición masculina jugaron en contra de estas mujeres que nunca se dieron por vencidas. El caso de Rosalind Franklin, marginada del descubrimiento de la estructura del ADN, es solo uno más. La historia está llena de ejemplos de mujeres que fueron clave en el avance de la ciencia. Aun así, su reconocimiento ha estado en la sombra durante años:
Emmy Noether (1882–1935) hizo grandes aportaciones al álgebra abstracta. Y cuando estos méritos empezaban a ser reconocidos fue expulsada de la universidad, porque era judía.
Cecilia Payne (1900–1979) la astrónoma que descubrió la composición del Sol también tuvo una carrera marcada por la discriminación de género, sobre todo en su país, Inglaterra. Estudió ciencias en la Universidad de Cambridge y pudo asistir a conferencias de grandes científicos, pero no pudo licenciarse, porque Cambridge no dió títulos universitarios a mujeres hasta 1948.
Marthe Gautier (1925-2022) tuvo que luchar porque se reconociera su papel en el descubrimiento de la causa del síndrome de Down. El tanto se lo apuntó Jérôme Lejeune, otro pediatra de su equipo en el Hospital Trousseau de Paris. Pero fue ella quien en 1959 descubrió que el síndrome de Down lo provoca un trastorno genético, por el que los afectados tienen un cromosoma más de los 46 que caracterizan el genoma humano.
Lise Meitner (1878–1968) es el caso más evidente de descubrimiento científico realizado por una mujer e ignorado por el comité de los premios Nobel. Fue ella quien se dio cuenta en 1938 de que se había producido una fisión nuclear en los experimentos realizados por sus colegas en el laboratorio. Y fue uno de ellos, Otto Hahn, quien recibió el premio Nobel de Química en 1944 por el descubrimiento.
Henrietta Swan Leavitt (1868-1921) a comienzos del siglo XX, cuando las mujeres aún tenían prohibido trabajar con telescopios, la astrónoma americana descubrió una ley en las estrellas que permitiría calcular por primera vez grandes distancias en el Universo. Eavitt trabajó en el Observatorio de Harvard hasta su muerte a los 53 años. Durante su carrera descubrió cerca de 2500 estrellas. Como muchas otras científicas del siglo XX, Leavitt no recibió reconocimiento en vida.
Anne Szarewski descubrió la causa del cáncer cervicouterino, lo que permitió desarrollar la primera vacuna contra el VPH, y el trabajo de Françoise Barré-Sinoussi sobre el VIH fue fundamental para identificar el virus como la causa del sida.

Katherine Johnson, fue científica espacial, física y matemática. Sus cálculos acompañaron la trayectoria del vuelo de Alan Shepard de 1961, que fue en el primer hombre en llegar al espacio; también verificó el camino del primer vuelo orbital de John Glenn. Durante la era de Apolo trabajó en trayectorias y en procedimientos de emergencia, como cuando una explosión en la nave espacial durante la misión Apolo 13 requirió que los astronautas usaran el módulo lunar como bote salvavidas para regresar a la Tierra. Es considerada una heroína para quienes luchan contra el racismo, el sexismo y la igualdad laboral.
No se puede ocultar la belleza de la ciencia a media humanidad, porque en la ciencia entra en consideración la imaginación, la curiosidad, la creatividad que rompe los esquemas establecidos, la emoción ante un nuevo desubrimiento, todas cualidades probadas en el género femenino. El 8 de marzo es el momento de recordar que la equidad social exige que las mujeres desempeñen papeles tan importantes en el campo cientifico como los hombres.